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Halloween se acerca y una pequeña polémica se reaviva: ¿hemos traicionado los países hispanohablantes a nuestras raíces convirtiendo en algo superficial algo tan profundo como el día de difuntos?

Vayamos por partes: el día de difuntos se celebra el día 1 y el día 2 de noviembre. En muchos lugares el día 1 es festivo así que la gente suele salir durante la víspera, ¿y qué mejor para divertirse la noche anterior a un día de fiesta que una fiesta de disfraces? Además, eso no significa que seamos frívolos: mucha gente que celebra Halloween también recuerda a sus seres queridos los días siguientes.

Polémicas aparte, es curioso ver cómo algunos países han sabido adaptar Halloween a su cultura. Vamos a daros algunos ejemplos.

En México, claro está, la gran celebración es el Día de Muertos; pero Halloween también se celebra. Algo muy curioso es ver cómo los niños han adaptado el “truco o trato” y pasean de casa en casa no pidiendo dulces, sino donativos. Igualmente el 31 de octubre se celebran fiestas de disfraces, pero sin apenas vínculos con las imágenes típicas del día de Muertos. Este, como manda la tradición, se celebra cuando toca.

En España se da el caso de que, en el norte del país y especialmente en Galicia, ya se celebraba entre el 1 y el 11 de noviembre una festividad celta muy parecida a Halloween, denominada Magosto. No obstante, en España han sabido adaptar Halloween a lo español de una manera inesperada: algunas familias resuelven el “truco o trato” dando a los niños dulces de Navidad como turrón o mazapán. Muchos dicen que esta es una de las razones por las que a mediados de octubre ya se pueden ver toda clase de especialidades navideñas en los supermercados.

En Argentina Halloween se celebra como si de carnaval se tratase: fiestas, bailes… una sencilla fiesta para pasarlo bien. Durante un tiempo también hubo polémica relacionada con la adopción de una costumbre extranjera y se propuso que en lugar de monstruos como el hombre lobo o Drácula fuesen protagonista seres de cuño americano como el duende Anchimalén, la vampiresa Ehéie o el monstruo mapuche Pihuchén. La propuesta-es una pena- no llegó a cristalizar. Lo que sí se celebra cada año en Buenos Aires es la Halloween Run, un maratón nocturno al que la gente va disfrazada.

Nos ha sorprendido mucho, lo admitimos, saber que en Colombia ya se celebraba Halloween en los años 60, si bien era una fiesta celebrada por la alta sociedad urbana. En los años 70 se extendió entre el resto de la población. Por cierto, en Cartagena de Indias existe una tradición autóctona que nos recuerda al “truco o trato” llamada Tintililillo: los niños se pasean por los vecindarios cantando una coplilla y pidiendo algunos pesos.

En Costa Rica la celebración de Halloween ha servido, irónicamente, para revitalizar una costumbre un tanto olvidada, la de las mascaradas. Se trata de una festividad que une la tradición española de los gigantes y cabezudos y las tradiciones indígenas. Tal ha sido la fuerza con la que la fiesta ha vuelto que en 1997 se declaró por decreto que el 31 de octubre fuese el día nacional de la mascarada tradicional costarricense.

Donde el enfrentamiento entre Halloween y tradición queda más patente es en Perú. Desde 1944 se estableció que el 31 de octubre fuese el día de una de las manifestaciones típicas más reconocidas del país, la canción criolla; sin embargo, en los últimos años muchos peruanos han dedicado el día a las fiestas de Halloween. También han surgido partidarios de una tercera vía, el “Criolloween”, que aboga por unir la estética de una y el contenido de la otra.

Halloween ha tomado fuerza, pero las tradiciones se resisten a irse, dando lugar a fiestas, celebraciones y manifestaciones muy curiosas. Algo muy, muy interesante.

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